En los cuentos de Borges, el viaje
en tren indica para el personaje el pasaje hacia otro estado
mental y, en el mecanismo del relato, anticipa un giro en el argumento. En el caso de "El Sur", el viaje, por un lado,
acentúa el vaivén entre “realidad” (el primer grado de ficción del texto) e “irrealidad” (el segundo grado) y, por otro, instala una atmósfera distinta
a la precedente y más acorde con la nueva situación. En “La muerte y la brújula” Erik Lönnrot
viaja en tren hacia la quinta de Triste-le-Roy; allí encontrará su insospechado
destino de muerte. En “El jardín de senderos que se bifurcan” el tren también
es pasaje hacia una cámara narrativa: Yu Tsun—que se baja “casi en medio del
campo” (Obras completas 1: 474)—, va a cumplir con su misión de espionaje y se encuentra, como
Dahlmann, con una parte de su historia familiar, encapsulada en este caso en
una novela de un antepasado que multiplica su destino infinitamente. En "El Sur", el hecho de que el tren se detenga una
estación antes es congruente con la
serie de accidentes diseminados en el texto y abre la posibilidad narrativa al
misterio, a lo desconocido y a una “fatalidad azarosa”: funcionalmente, Dahlmann no debe llegar a su
destino espacial conocido (la estancia familiar) porque su destino existencial
desconocido lo aguarda cerca de aquella estación “en medio del campo”. Ese
espacio de “en medio” es fundamental para Borges: representa el paradigma de
las orillas, el cual no está ni en el campo ni en la
ciudad, pero participa de las dos geografías.
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