http://dl.dropbox.com/u/45696605/NTPLP-Clar%C3%ADn.pdf
Presentación de No hay tiempo para la poesía [Pablo
Brescia], Casa de la Lectura, 7 de junio de 2012
Ante todo quiero
agradecerle mucho a Pablo la invitación a presentar este libro en Buenos Aires,
por lo que me siento muy honrado. Hace cosa de un año, habíamos conversado
sobre el título, muy brevemente pero es ese el tipo de cosas que a uno lo hacen
sentir mínimamente participe de algo, en este caso del libro. Había otros
candidatos para el título, pero visto ahora con perspectiva y con el libro
editado, parece que ese era el título que tenía que ser, un título que, en sí
dice muchas cosas—en principio plantea una paradoja, porque lo es que un libro
de poesía se niegue a sí mismo, aunque sea de manera oblicua.
Aunque pueda
haber algo burlón en el título y bastante en el contenido, este es un libro de
poesía muy en serio—digo esto porque a veces la poesía tiene entre nosotros una
cierta frivolidad. Pablo es profesor universitario, es crítico y es escritor, o
sea que maneja con seguridad y mucha solvencia todos los instrumentos de la
lengua, del análisis y el discurso—además, claro, del talento personal, que es
algo con lo que siempre hay que contar.
El libro, entonces,
es serio y en serio, en primer lugar por la cantidad de material que tiene. Son
50 poemas, cada uno de ellos muy elaborado. Me llamo la atención, en primer
lugar, la calidad de obra literaria acabada que tiene, y también la coherencia
y consistencia de tono, de sensibilidad y de dicción.
Los poemas se mueven a un ritmo
muy rápido, con un lenguaje coloquial y una voz autoral reconocible, dirigida
muchas veces a un “ustedes”, es decir, a nosotros. El registro del vocabulario
tiene referencias rioplatenses, pero también otras centroamericanas. Y esto no
es el llamado “español neutro”, sino un producto de una síntesis cultural. Es
en ese sentido que los poemas suenan como un crisol de América Latina y, más
aún, yo diría con elementos de América del Norte también. En poemas como Velocidad, Convaleciente o Lo no transparente, Harry Bimer
hace un uso feliz de la pura consonancia, se advierte un gozo por el puro
sonido del lenguaje.
Hay dos temas, creo, que
sobresalen en el libro. Uno es el lenguaje y la poesía y otro es el cuerpo. En
el primer poema, Bimer (o Brescia) habla de “la palabra adecuada,/justa”, y en
“Juego de letras”, bueno, de eso, de “jugar a las letras”. “Durante mucho
tiempo—dice—/le tuve miedo/a la literatura,/a la escritura,/¡bah! a las
palabras” (en Lo no transparente). Esas
palabras que “son como volutas de humo/o sea/circulan, se esfuman, no tienen
peso”, dice en “Extravío pernicioso”, que es una discusión sobre el lenguaje, apofática
en su contenido, escéptica (y por lo tanto irónica) sobre la capacidad del
lenguaje verbal.
Digo lenguaje verbal, porque
está el otro tema, muy presente, el de la corporalidad. En la solapa del libro se
dice que a Pablo Brescia (o a Harry Bimer) le hubiera gustado ser futbolista
profesional (n° 5), o tenista o bongosero, todas cosas esencialmente
corporales. Bueno, fue escritor, pero el cuerpo y sus tejidos, sus movimientos,
sus pasiones y, sus goces y sus horrores están muy presente; en “las fibras de
mis músculos”, por ejemplo (esto es de Convaleciente). El cuerpo baila, porque
“bailar bien significa/soltar el cuerpo” (Forma y materia). El cuerpo es a
veces traumático y medicalizado: “como si le golpearan la rodilla con el
martillito del doctor” (La mirada infantil sobe las cosas) dice, o habla de
“trepanar mi cabeza” y “que me inserten un ovario” en una transformación de la
genitalidad (Ser otra). El cuerpo es sujeto de pulsiones—“no tener cuerpo de
ganas hirvientes” (Porno) o víctima de un ataque de hormigas—“un ejército de
hormigas invade mi cuerpo”, dice en ese cuento surrealista que es el poema “Un
ejército de hormigas”. En todo caso, la escritura es un “inventarse/un lejos/de
las cosas,/de los cuerpos”. La polaridad que podría decirse subtiende a la
obra, aparece aquí expresa y nítida: las palabras los cuerpos.
A pesar de que
la mayoría de los poemas están enunciados en primera persona, y a veces con
formas catárticas, no hay casi psicologismo en la poesía de Brescia y uno se
siente llevado a un mundo de "objetividad poética", sea eso lo que
sea, por la impresionante fuerza de la escritura, por el vigor que impulsa cada
poema.
Los poemas de Pablo tienen un
fondo desmelenado y creo que hay una hebra de bronca ronca que recorre a muchos
de ellos. Hay un desapego estilizado, un distanciamiento dado por el uso de la
paradoja, la ironía y los finales abruptos—algunos hasta chirriantes, casi
crueles. Es el caso de “Un caracol en su planta”, en el que se plantea un
regreso al infinito de muertes, que es algo así como un capítulo que faltaba en
la Historia Universal de la Infamia. Están,
también, las simetrías, las inversiones de roles, como en “El Señor resolverá”
o “Estas cosas nunca pasan”, ambos cuentos fantásticos que asoman al horror y
la violencia.
La de Brescia es una poesía no
complaciente, que demanda un quantum
de compromiso del lector, que pone las cartas sobre la mesa—todo esto, por
supuesto, está muy filtrado por un manejo muy eficaz del lenguaje y de las
ideas filosóficas—pienso en el sentimiento de resignación de “Mi amigo el
filósofo”.
Me atrapó la
tensión
entre el contenido maupassantiano y visceral, al que ya
hice mención, y el orden tipográfico y apolíneo de
la simetría bilateral y los 27 versos consuetudinarios. Todos los poemas, que
como dijimos son 50, tienen 27 versos, excepto 2, el último, de 25, con el
título algo quevediano de “Más allá de las palabras persigue negro sobre
blanco” y el quinto, “Quiero hacer un poema de títulos”, que es una página en
blanco. Evidentemente, la cosa invita a la numerología. Veintisiete menos 2 es
25, que es la mitad de 50. Y así podríamos seguir.
¿Hay un
significado en esto? La cuestión es central, por que en los poemas de Brescia sobrevuela
una atmósfera muy fuerte de develación y ocultamiento,
desde el seudónimo, hasta las implícitas referencias y obsesiones filosóficas y
el manejo virtuoso, sugestivo y escamoteador del lenguaje. Harry Bimer suena a
anagrama. ¿Es un anagrama? Como en el Cosmos
de Gombrowicz, hay la continua ilusión y la continua desilusión del
significado, hay la pregunta sobre la posibilidad del significado de las cosas.
Brescia usa un
párrafo centrado. Esto le otorga a los poemas formas, los transforma en figuras
visuales organizadas alrededor de una simetría axial, muy equilibaradas. En la
poesía de Iberoamérica este es un recurso usado—recordemos a Huidobro y a
Girondo, pero ya lo usaba Herbert, uno de los poetas metafísicos ingleses del
siglo XVII, de una manera que hoy nos parece algo rudimentaria. En la obra de
Brescia, ¿tienen las figuras algún significado? ¿Representan algo? En “Aviones”
si, la forma del poema es un avioncito. ¿Y en los otros? Uno puede mirar esos
contornos y adivinar si hay algo—o nada, o quizás el “todo llega, nada no” de
“Saber esperar”. De nuevo, la forma del enigma sobre el enigma: nos preguntamos
si hay algo sobre lo que deberíamos preguntar. ¿Es esto un puro juego, quizás?
“A veces,/en una hoja seca o en un charco,/busco una señal/que no aparece” dice
Bimer en El arte de desaparecer.
Pero las cifras
y las figuras cumplen, creo, otra función, y es la de contener, de
formalizar—casi platónicamente diría—el material subterráneo y eruptivo de los
poemas.
Hay poemas
reposados o con remansos de serenidad y todos ellos tienen que ver con la
niñez. Por ejemplo, “La mirada infantil”. “La frescura de beberse el mundo por
primera vez/no tiene igual” dice allí. En “Poesía para mi niña” el poeta no
puede evitar pensar, cuando oye su canto (el de la niña), “que la vida
sirve/para algo”. Finalmente, Brescia confiesa: “conservo la esperanza/de que
entre la basura fangosa/surja/un tallo” (Política). Es esa esperanza, dice en
“El agua sucia del día a día”, la
esperanza “de que hoy/el agua esté/un poco más/limpia”.
Hay varias menciones
a músicos en los poemas, que tienen un ritmo casi sincopado, diría, por el
continuo quiebre de la frase y el uso de un renglón corto, lo que contrasta con
la fluidez propia del lenguaje cotidiano. Aparece mencionado Alex Welsh (un
músico de jazz escocés), Lou Reed (del grupo The Velvet Underground), Robert Plant (vocalista de Led Zeppelin) y
The Eliminators, que no tengo la más
mínima idea de quienes son. Aparece Kevin Carter, el fotógrafo que en los 90
fotografió en el Sudán una chiquita desnutrida hasta los huesos en camino a un
centro asistencial, con el fondo de un buitre que había aterrizado—el escándalo
fue que Carter sacó la foto y se fue sin hacer nada. También está Periandro,
uno de los tiranos más siniestros de la historia (estos parecen ser otros
tantos capítulos para la historia de la infamia rescrita por Bimer).
¿Constituyen los escritores mencionados un canon privado? Sería interesante
estudiar esta hipótesis. En todo caso, ellos son Maupassant, Flaubert, Camus,
José Revueltas, Borges, Pessoa (pienso: ¿será Harry Bimer un heterónimo de
Pablo Brescia, un alter ego literario con vida propia, como los de Pessoa?).
Tambíén Vallejo, a quién se lo menciona como “el gran César” y cuyo espíritu es
reconocible en este libro. Creo que sí, que uno podría argumentar acerca de la
pertinencia de cada una de estas citas en relación a la obra poética de Pablo.
Se mencionan, no
podía ser de otra manera, dos filósofos. Hume, el empirista escéptico escocés (y
hay varias referencias al empirismo y al escepticismo en los poemas) y Charles
Sanders Peirce (mencionado con sus dos primeros nombres, Charles Santiago), el
lógico, matemático, científico y filósofo pragmatista de Harvard, que entre
tantas cosas que hizo, reflexionó sobre el sentido (meaning), un tema muy presente en la poesía de Brescia.
Bueno, creo que
ya hablé demasiado. Escribir este libro debe haber demandado un sostenido
esfuerzo. En todo caso, No hay tiempo para la poesía demuestra que la poesía
requiere tiempo. Parece que Brescia supo dárselo y darnos a nosotros una obra
valiosa. Creo que este es un tremendo logro y un hermoso libro y por eso,
Pablo, te quedo de nuevo muy agradecido.
No comments:
Post a Comment